viernes, 31 de julio de 2015

Amores caducos.



Jodorowsky afirma: “Cuando te aman  ya nada importa, las penas y los sinsabores se apartan por un tiempo” 

Me pregunto, ¿que será ser amado y corresponder con la misma fuerza y sinceridad, compartir con otra persona tus más íntimos recovecos, partir juntos en un viaje mágico a los espacios que nos conformaron desde antaño? ¿Es acaso nuestra mente una morada limpia y bien adornada que aguarda a esa persona que la llene, acaso también somos una suerte de huésped predestinado a ocupar un espacio en la mente y corazón de una extraña? 

Levantas el rostro y miras las personas, ¿Qué puedes mirar en sus ojos? ¿Acaso reflejan el sentimiento que expresan los tuyos, o acaso reflejan la apatía y falta de interés del que en poco le importa? Este es un mundo conformado según la locura del momento. Necedad y obstinación se confunden con determinación, las palabras cambian su significado, los “te amo” y los “te quiero” han sido tan inclementemente explotados que ya no tiene sentido escucharlos en la boca del otro. Se han tornado en palabras huecas y a menudo ligadas a la mentira: 

Lada se desnudó para su sitio web, ella bien sabe ahora que es más fácil desnudar el cuerpo que desnudar el alma... En seguida multitud de mensajes inundaron su buzón, de la nada ella tenía ahora a bastantes declarados amantes de su belleza desnuda. Lada bien pudo citarlos en una cálida charla donde le mostraran frente a frente la calidad de su espontáneo afecto, pero eran demasiados, ya se contaban por miles, luego en decenas de miles, cientos de miles… El espontáneo afecto se pronunció tantas veces, que se diluyó en una vorágine a la cual LADA solo podía responder indefectiblemente con la mentira. Pero cada uno de ellos juraba y perjuraba que su admiración era sincera y su afecto permanente. Lada dejo de subir fotos desnuda, los sinceros admiradores abandonaron el BLOG… 

Quizás pueda ser una buena idea el poner fecha de caducidad a nuestros afectos: Te amaré hasta que terminen las vacaciones, te quiero mucho y hasta que suba la gasolina y ya no puedas pasearme en este G.M. Te amaré, te amaré hasta que la monotonía y el desánimo dicten lo contrario… Te querré hasta que la vejez pinte en nuestros cuerpos la fecha de expiración y busquemos como ahogados en sus últimas pataletas una tabla de náufragos, una aspirina metafísica, un misterio revelado que nos indique un futuro portentoso donde el amor no tenga fecha de expiración…

viernes, 24 de julio de 2015

DESENfOQUES


          Sobre la soleada grama dos jóvenes se expresan su mutuo cariño. Él, es un joven que ha sentido a plenitud pasar los dieciocho veranos de su vida, y ella, ella conoce muy bien lo que es llegar a los diecinueve; Ajenos al mundo y a quienes les rodean la pareja se llenan de mimos y expresiones de amor; los besos, las caricias y los abrazos apretados se brindan al por mayor. Cualquiera podría apreciar claramente que cada uno de los jóvenes ha encontrado en el otro la viva expresión de sus añoranzas amorosas.  Y a buena cuenta, porque hacen constar con creces que la piel siente mucho más cosas que la ropa ceñida u holgada… Cosas como el toque del viento estival en las tardes solariegas, cosas como la embriagadora brisa marina trayendo de antaño al presente  ecos de vivas voces; los ecos de las jóvenes parejas que han encontrado en el parque Papagayo el amor...

       Desde la distancia unos ojos hurgan el horizonte medio empañados, ojos que divisan a la hermosa pareja con una terrible mezquindad. El viejo vigilante del parque con venenosa mirada  barre de lado a lado la figura de los jóvenes enamorados.

Yo no sé porque el viejo se llena de rencor  hacia el joven y de desprecio hacia la muchacha. ¿Acaso será porque el muchacho le recuerda el vigor que en él se ha apagado y la joven otro tanto de lo que ya nunca tendrá? Presto a  efectuar la labor defensiva  de la moral pública, el viejo vigilante abre la llave de paso que hincha la manguera del riego matutino, y sobrecogido por una mórbida oleada justiciera  empapa  a los enamorados con chorros de agua fría, -- ¡Ups!, lo siento, que esta cosa se ha disparado sola-- ¿por qué mejor no se retiran a otro lado muchachos?

      Los azorados jóvenes aunque tiritando a causa del agua fría, deciden tomar las cosas con calma, y azorados se marchan a completar el súbito chapuzón en la alberca del parque, lejos de los ojos y los furibundos castigos del viejo carcamán… --Vamos a ver si se anima a echarnos agua dentro de la  alberca; je, je, je--  El vigilante maldice para sus adentros—Ahora se pondrá peor la cosa… ¡Ya ni el agua fria les causa efecto,  y seguro, dentro de la alberca harán cada cochinada!, dentro del agua no podré ver lo que hacen…--  Pero si puede. El viejo sabe aún sentir con los sentidos  de su empañada memoria, porque de pronto se recuerda aspirando el dulce aroma de la  grama florecida, y recuerda, recuerda a un sonriente joven, es él, en otro tiempo, en el mismo lugar. Ahora al rememorar vuelve a revivir lo que la brisa trae consigo: Aromas de copas de oro y teresitas amargas; Aromas de grosellas y dulces capulines. Dulces, como los hinchados frutos del tupido parque, los frutos que aun siguen goteando leche y miel...Y seguirán aún a través de las décadas, de lo siglos, a través del tiempo y del espacio, porque este pequeño paraiso conlleva un sentimiento especial que el tiempo mudo y destructor solo acierta a mistificar... Y a lo lejos mira, contempla la playa adosada de pececillos y caracolas. En ese punto la vé, es ELLA, ELLA, enfundada en blanca espuma, la que cubre con generosidad a sus mórbidos pechos, a sus amplias caderas. No hubo necesidad de palabras, pues lleno de éxtasis recuerda haberse enamorado como un tonto...

Ahora, en el presente, los mismos aromas, las mismas imágenes resultan premonitorios de la consabida cantaleta, de que es dulce y amargo el amor... –Ya verán esos descocados, ¡que la vida no es solo calenturas!,  je, je, je. Ya he de ver a esa chamaca bien panzona y a ese gandul cargando bultos de cemento para mantener a su gorda… je, je, je Todos al final reciben su merecido, a todos les va todo lo bien que se merecen—

       Satisfecho en sus elucubraciones, el viejo vigilante dirige su mirada a otros puntos…

EL OCASO

Escuchen todos el dicho de un hombre apasionado, de un hombre amante de la belleza y las formas armoniosas. ¡Ah, las pasiones de los hombres! como penetran en sus corazones cambiando su presente y empeñando su futuro… 

Yo amé, amé como solo un loco puede amar, de las exuberantes fuentes del placer bebí hasta embriagarme. Busqué los tiernos favores de las féminas; encontré y di por perdido por el puro placer de volver a encontrar…Amores iban y venían por el ancho boulevard de mi corazón. Pero hoy estoy quieto, mi cuerpo ya no da para tal goce sin fenecer. Porque las pasiones de los hombres empiezan y terminan en los hombres… Yo he terminado ya… Pero tres vidas en la playa sigue ahí, sigue ahí con sus salvajes atardeceres plenos de brisas veraniegas, engalanada de hermosas ninfas semidesnudas contoneándose al vaivén de las olas, de esas olas que arrojan carnosas almejas y caracolas, cual abundante obsequio a los sentidos; quisiera volver ahí, y perderme en el mar al atardecer… Ese sería un buen final para mis días.

  ¿Qué me queda ahora sino rememorar al amor mas sentido de mi vida?, a ella, que me embriagó de sus besos y lleno de embelesos los refulgentes años de mi primera juventud.

  Ancho era el horizonte, profundo el mar frente a tres vidas; el día que la conocí, fue  un día de trabajo pleno de nuevas formas, de nueva comprensión para mi joven alma. Ella se asoleaba semidesnuda sobre la playa, ¿qué fue lo que cual poderoso imán me llevó hasta su lado?, no me importó el hecho latente del brutal rechazo o la posibilidad de ser encarcelado por mi atrevimiento... La saludé: Buen día señorita, ¿quisiera Ud. un poco de aceite de coco en su espalda?, soy masajista y también guía de turistas... Con un recelo menguado por mi voz de adolescente, ella me miró a travéz del fitro de sus gafas. ¿Habrá sido mi impecable uniforme o la refulgente juventud que vió en mi rostro?, pero ella sonrió... Por el momento no, gracias. Quizas mañana... Temí ya no verla, pero a la mañana siguiente ella estaba ahí, esta vez aceptó el masaje, e incluso me invitó una bebida refrescante que trajo solícito el mesero de su Hotel. Ella era española y dijo llamarse Mercedes.

Juntos contemplamos el romper de las olas atisbando sobre el  abismo de la isla, nos perdimos entre las madreselvas y comimos tomando de nuestras bocas el agridulce fruto de las grosellas, del coco bebimos el agua y compartimos la dulce pulpa de sus entrañas...

¡Ah Mercedes!, doquiera te encuentres te brindo un hondo pensamiento, y mi gratitud, por haber compartido conmigo un poco de tu tiempo. Ese mismo tiempo que ahora transcurre severo sobre nuestros seres. Hago un voto por  algún día volvernos a encontrar. Si no aquí, quizás en otro tiempo y espacio...  Quizás en otra dimensión.