miércoles, 4 de noviembre de 2015




El loco







- Si algo debemos recriminarle es que ha permitido que su objetividad se haya desvirtuado en función de sus anhelos soñadores… El vapor de las nubes es solo eso,  ¿qué necesidad tiene de creer aunque sea por un instante que son volutas de algodón? ¿Qué caso tiene pretender que el ancho horizonte al final toca el cielo, o que  a la vista del mar océano en la lontananza las estrellas caen  al agua? ¿Cómo puede usted, usted que programó las rutinas gráficas más perfectas? Esas rutinas que simulaban sin error los millones de movimientos de las hojas de los árboles, el salto de las ranas, el chirriar de las hojas secas y en fin,  todos los azarosos fenómenos que conlleva el mundo natural. ¿Cómo es que ha caído embebido en fantasías de elfos, duendes y hadas?  

- Permítanme relatarles que cuando niño, yo retozaba bajo los sauces, y que perdí y gané horas y días correteando por el bosque. Hice mi cama de miles de tréboles y aún me arrobaba olisqueando florecillas y coleccionando insectos multicolores. Mientras me bañaba en arroyos y pozas azules el viento del oriente me ponía la carne de gallina, y allí fue en medio de ese mundo natural cuando tuve mi primera epifanía; supe de repente que todo aquel conjunto de maravillas  ahora formaban parte indeleble de mi persona y que ya nunca podría desligarme de la naturaleza a la que había aprendido a amar. Desde aquel instante  contemplé el mundo con otros ojos, y todo me resultaba mágico y asombroso. No tienen porqué recriminarme, el niño en mí reclama las entelequias que hacen de la vida una cadena de milagros. Pueden ustedes quedarse con los hechos “objetivos”, con las rigurosas mediciones, con sus teorías, con su episteme… Anden, vayan y midan de codo a codo el universo. Tiemblen de consternación a causa de los teoremas de Godel. Delimítense y limítense en su mundo factual. Yo ya no tengo límites, yo soy viajero cósmico que viajo en una nave-planeta. Mi nave lo tiene todo, es mágica porque vive y me da vida. Si es preciso decir y afirmar que la luna es de queso o que un conejo se estampó en ella. ¿Qué repelús les causa si a fuerza de imaginación  la existencia es más placentera? Vean ustedes a los indios Lakotas, ellos afirman que por sus ríos corre la sangre de sus abuelos y es cosa detestable contaminar sus ríos. Respetan y cuidan sus bosques y montañas, porque en ellos habitan los espíritus de la naturaleza. Vean a los japoneses  que cultivan el shinto. Cada Roca es un espíritu, cada árbol un tesoro. ¿Cuántas veces habrán meditado a la sombra de un pinar, que asombrosas revelaciones habrán surgido al contemplar extasiados tantas maravillas? ¿O me negarán ahora que un árbol es un milagro? ¿Qué de milagroso tiene un mecanismo biológico que transforma la luz en azúcares complejos?  TODO!! Y un poco más. Les pregunto, les vuelvo a preguntar: ¿A dónde vamos desapegándonos del reverencial asombro? Un hombre de ciencia contempla el mundo natural, pero ahora ustedes le suprimen el derecho al éxtasis. Ustedes son los locos y no yo. ¿Cómo pueden coartar la interacción observador -observado? Les juro que si ustedes contemplaran las maravillas que contemplan mis ojos, me comprenderían y dejarían atrás este absurdo interrogatorio.

- Si nosotros interpretáramos el mundo natural al modo de usted, sin duda estaríamos contagiados de su locura.  

- Sin embargo están contagiados de otra locura: El prejuicio, que es la némesis inexorable ante el cual  los científicos están  propensos a sucumbir más que cualquiera. Hombres de ciencia distinguidos pregonan que nuestro destino mismo está escrito en las moléculas de ADN y los corifeos de la ciencia popular se unen al coro exultante, sosteniendo que los seres humanos no somos sino entes "programados".  Que el genoma contiene el conjunto completo de instrucciones y es el Santo Grial, la Biblia, el Libro del hombre. Y peroratan que cuando esté completamente descifrado, se entenderá cabalmente la esencia de la naturaleza humana… 

- Pero mi  sana locura descubre la mala locura de tales afirmaciones. No hay ciencia capaz de explicar totalmente la naturaleza humana. Todas las ciencias, incluso la más exacta, son  solo esfuerzos parciales, desligados de la unánime verdad. Como los argumentos de los ciegos que tienden a interpretar al elefante según la parte que le tocan…. Un hombre o una mujer son más que su psique y su imaginación; más que su bioquímica; y más que su identidad social.  El hombre es más que sus genes. También es su pasado, su presente, su futuro y sus anhelos soñadores. El hombre es más que sí mismo, porque las cualidades  humanas sólo se pueden desplegar completamente en sociedades libertarias, humanistas y como no, en sociedades plenas de mitología e imaginación creativa…  Ya lo decía  Ortega y Gasset  que "el yo del hombre está inmerso precisamente en aquello que no es él mismo, en la alteridad pura que es su circunstancia".  ¿Qué más grandes circunstancias que las creadas por nuestras mentes fecundas?
¿O es que acaso ustedes  nunca contemplaron  arte? Si de mí dependiese sembraría un árbol en cada esquina, motivaría los ojos de los niños y niñas con las cuentas multicolores de las maraldas, de los geranios, de los crisantemos, de los robles y cerezos, maravillas parecidas contemplé al sumergirme en el mar océano. Nieguen ustedes que la belleza esté ligada a la voluntad natural. Yo no lo haré.

- Pero qué desvaríos de profeta new age  prorrumpen por su boca… Este tipo no tiene remedio, está loco, rematadamente loco, ha caído en el laberinto sin fin de su propio sistema de creencias. Pobre, morirá creyendo que un árbol es un milagro, morirá creyendo que la belleza es “voluntad”  natural  como si de la  termodinámica se tratase. Dejémoslo solo, no tiene caso. Vámonos.

El loco los contempló con ojos tristes, para él no eran más que una suerte de seres esclavizados  a una horrible locura… Y en ese mismo instante, en el mundo entero  millones de almas sucumbían a diversas variantes de esta locura. Unos consideraban ponerle un precio a todo, incluyendo a la vida humana, otros más asesinaban a sus semejantes  para quedarse con su petróleo  mientras otros arengaban a los jóvenes a la guerra, a la competencia salvaje, al desprecio por el planeta que les cobijaba. Inanes, inmisericordes arrojaban bombas atómicas sobre mar y tierra, pero prestos a calcular  los efectos y a llevar rigurosas mediciones de sus experimentos científicos…

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